lunes, 18 de mayo de 2009

La Mancha un mar de tierra adentro

Escribir durante un viaje en tren, escribiendo por el placer de escribir, sintiendo el traqueteo del tren, es un poco como sentir esos pequeños tirones que te da la vida. Escribir es como sacarte espinitas de soledad del alma, es como compartir tus cosas con otra persona, es como mirarse en el espejo de la cara de un amigo y reflexionar sobre cualquier cosa.

Hoy viajo tierra adentro, por tierra plana, tierra cubierta de encinas y robles, robles que se fueron con el dios Neptuno en forma de barcos y otros con Dinosios formando barricas de roble, unos a navegar y otros con el vino. Tierra lisa y llana donde el horizonte se funde con el azul del cielo.

El trigo está verde, el cielo es azul claro y la tierra que barbecha deja ver el color rojo, ese rojo de tierra que dejaron los bosques de robles y encinas que los viejos dioses se llevaron, uno al mar y el otro al vino.

¿Dónde están las encinas ? ¿Dónde los robles ? En los barcos que se llevaron a nuestros hermanos a otro lado del océano, en el fondo del mar, en la barricas de vino tinto, de vino viejo. Ahí están los robles y las encinas.

Ahora queda el verde del trigo verde, un mar verde y calmo de trigo verde. Trigo verde todo el tiempo y de cuando en cuando, una encina, dos encinas, un pequeño grupo de encinas.
Entre el mar verde del trigo verde, manchas rojas, como de sangre recién derramada, rojo vivo que centellea en medio del mar verde, Ahí están ellas, las amapolas rojas, rojas de rojo vivo, de rojo fuerte.

Verde, rojo y azul es el color de la tierra llana castellana. Luego vienen viñedos, hileras casi infinitas de viñedos. Cepas secas de viñedos, viñedos aún sin hojas que parecen raíces gruesas que sobresalen de la tierra, raíces vivas y atentas, atentas a la luz, atentas al calor, atentas a la lluvia primaveral.

Cepas secas pero vivas y atentas, parece que están esperando al momento oportuno para explotar de vida. Cepas secas, millones de cepas secas repletas de vida, repletas de vino, de vino tinto manchego, de vino tinto de todos los días.

Trigo, barbecho y viñedos forman el paisaje en el llano manchego, es como un mosaico compuesto por un gigante, un pedazo verde, otro barbecho rojo, otro punteado de cepas secas y a lo lejos, alguna encina recordando que en otro tiempo, trigo, barbecho y viñedo, era un bosque de encinas y robles.

Y los molinos ¿donde están los molinos ? Los molinos de la mancha, esos gigantes imaginarios. Aún no llegan, siguen los viñedos y más viñedos. Nunca me había fijado tanto en la cantidad de viñas de vino tinto que hay plantadas en la Mancha.

Esto es un mar de vino, es el paraíso de los borrachos; borrachos llanos, sin recovecos, borrachos buenos, borrachos de vino tinto, borrachos de la Mancha, quienes gracias al vino tinto, los molinos no son molinos, sino gigantes, gigantes cabezudos.

¡Ya los veo! Ahí están, impertérritos, derechos, apuntando al cielo con sus techos picudos. Sus enormes aspas de madera calada, están desveladas, son como un pez que solo tiene la raspa, les falta la cubierta de tela blanca que recoge el viento.

Uno, dos, tres.... tres y cuatro....veo siete, siete enormes molinos blancos edificados sobre la loma que rompe el llano y da cobijo al pueblo de la Mota del Cuervo.

¿Cuánto vino bebió el manco para ver gigantes donde hay molinos ? ¿un litro? ¿dos litros ? ¿tres litros ? no, siete litros de vino tinto, uno por molino, ¡o no! media barrica de vino tinto y varios quesos con buenos panes, y calor, mucho calor. Bajo esas condiciones es seguro que los molinos no son molinos, sino gigantes cabezudos.

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